sábado, 24 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [y 17]


"¡Déjame en paz!", le dijo a ella. Él había apoyado la mano sobre su brazo. Ella le miró fríamente y volvió a la lectura de Le Carré. Él, la mantuvo apoyada. Al rato, ella volvió a mirarle y apartó, molesta, la mano masculina.


"¡Déjame en paz!", le dijo. Él, se dio la vuelta y se quedó dormido.


jueves, 22 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [16]


-Quien a la pasión se entrega, se entrega también a la muerte, siempre, es irreversible. La pasión es un veneno que nos destruye. Por eso hay que rehuirla, no podemos dejarnos abrazar por la pasión, dejar que nos envenene en aras del placer, para excluirnos.

-No, la pasión es la dinámica de la vida, la fuente del amor, singularidad. En el amor-pasión se alcanza la vía misma de salvación, mediante la cual el alma reconvierte la muerte en vida, la nada en ser.

miércoles, 21 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [15]


Y aún no he podido vivir, ¿se qué es el amor?, ¿se quien soy yo? Estoy frente al precipicio y me siento incapaz de sujetarme. Toda una vida de experiencias se abre como un abanico de recuerdos y se cierra. El pasado se apodera de todo mientras no queda más que la soledad, especie de máquina de triturar seres humanos.


Y huimos.


Por eso nos unimos unos a otros, nos estrechamos. Hay que defenderse del vacío que queda entre los objetos.


Ahí está la vida que ya no soy capaz de vivir, la muerte es la única solución para llegar a la paz, para que todo deje de pasar, de moverse a pesar de mí. Ya todo está dicho.


Y hecho.

martes, 20 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [14]


-Lo ves, Iñaki, teníamos que habernos conocido antes.

-¿Qué?

-Lo dice aquí, el horóscopo, está clarísimo.

-...

-Te lo leo: "Hay poca duda de que ambos pueden entenderse, dado que su actitud ante la vida es idéntica invariablemente. Tienen el mismo paso y el mismo ritmo. Poseen el mismo sentimentalismo y el mismo romanticismo apasionado. Su pareja es alguien, en breve, que puede responder a todas las disposiciones del otro. ¡Alguien a quien le agrada y espera la actitud directa, romántica, en la que usted se especializa! Si encuentra a un individuo de este signo, su destino matrimonial estará firmado, sellado y entregado".

-Qué quieres que te diga, parece que tiene razón. Ponle música de violines y agrégale alguna frase tal como "estábamos predestinados el uno para el otro" y tenemos un final feliz de fotonovela .

-...

lunes, 19 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [13]


Aquí no pasa nada nunca pasa nada tampoco antes pasaba nada en la vida provinciana de capital de provincia donde tengo trece años aunque tenga treinta y ocho porque no quiero tener más de trece años porque a los trece fui feliz y a los treinta y ocho me invade la tristeza porque prefiero quedarme con lo que me gustaba en este tiempo que ahora me parece fantástico aunque tenga que esforzarme en recordar aquéllos y entonces me siento bien.

Somos tres hermanos un padre clase media y una madre poco enterada de la vida. Fui libre me sentí libre infantilmente libre después estudié y entonces empecé a ver el mundo de los adultos y adultos profesores y lo rechazo porque no me parezco nada a ellos ¿por qué tenía que empezar a enterarme de las cosas si de verdad disfrutaba de todo cuando no sabía nada de nada?

Y allí estaba la naturaleza es decir la Naturaleza con N mayúscula del verano y yo crecía y no me enteraba de nada y veía caracoles pegados y al perro copulando y yo no crecía eróticamente ni siquiera tenía pechos y me llamaban Manolito y no pasaba nada así que tuve que concentrarme en convertirme en mujer y por fin a los quince años me salieron unos pechos increíbles y no me pareció mal porque las otras niñas del colegio ya tenían de todo así que todo cambio.

Los chicos se volvieron más raros más tímidos más tontitos y me pedían que fuera su novia ¿para pasarnos todo el día cogidos de la mano sin decirnos nada? vaya aburrimiento porque así los veía a los demás por eso yo no quería hacerme novia de nadie quería simplemente amigos aunque también me gustaba bailar apretada a algún chico pero no pasaba nada.

Así llegué a los veinte años y quería tener trece aunque hubiera abandonado la provinciana capital de provincia aunque me hubiera internado en la vida capital de la capital justamente cuando llegó Leopoldo y me enamoré como tendría que haberlo hecho a los trece años pero llego a los veinte y era la primera vez que compartía la cama con un hombre y sólo recuerdo que me gustó descubrir que uno podía tocarse además de hablar pero seguía sin gustarme hacer el amor por hacerlo.

Llegó Leopoldo y a mis trece años me gustaba jugar interesándole manteniendo la cosa vivía abierta despierta y ocurrió una noche maravillosa con una luna fantástica que me entró la desesperación. Leopoldo me gustaba y ya no quería jugar. No era guapo lo que se dice guapo porque entonces no me habría gustado porque la belleza mediatiza mucho y su falta es buena para la mente o al menos eso creía y siempre decía que no que no me gustaban las estatuas los hombres-estatua nada más.

Fue él quien llevó la iniciativa quien me llevó a su apartamento compartido de estudiantes pero estaba preparada porque yo quería que me tocara lo había aceptado y lo quería si no no lo hubiera hecho aunque mis trece años tampoco tenían la respuesta.

No era capaz no soy capaz de tomar la iniciativa lo que se traduce en un miedo horroroso a que me rechacen así que si Leopoldo no lo hubiera hecho...

Algo creía en mi interior estaba embarazada y seguía pensando que en lugar de acostarme conmigo los hombres deseaban hablar y yo era consciente de mi atractivo pero no me veía físicamente atractiva y siempre había creído que el intercambio era de imaginación que se quería comunicar distintas visiones Empezaba a preocuparme porque Leopoldo no me daba ninguna solución porque yo necesitaba una solución y ya no funcionaban los mecanismos de la fascinación de esa fascinación que sentía por Leopoldo y por algunas personas y por algunas plantas y edificios y a las que yo trataba de fascinar.

Le miraba y necesitaba que me contestara con un tipo parecido de mirada pero esa mirada estaba ausente y tuve que volverme a la provincia silenciosamente sin poder decírselo a nadie aunque no me importaba lo que pensara la gente me preocupaba más lo que pensaba de mí misma porque la gente no es tonta y si estás contenta contigo misma eso se nota y si estás preocupada también lo notarán y en efecto lo notaron y me acosaron a preguntas que no podían tener respuesta al menos de momento.

Apliqué la mayor diría que toda mi capacidad de abstracción porque si no me hubiera muerto mientras luchaba porque mi vida de trece años no se deteriorara aún más después de haber llegado a los veinte años con un hijo a cuestas a rastras dentro como una carga.

Un día me dijo cómo quieras y acabamos casándonos a pesar de mis padres de mi hermana de sus hermanos de mi hermano de los amigos de sus padres a pesar de los consejos de aborto desoídos de la falta de trabajo de Leopoldo con los estudios a medio terminar a pesar de la falta de trabajo de mis preñados trece años y de la falta de dinero para poder pagar al menos el alquiler y a pesar de los muchos a pesar.

Nos casamos si a condición de seguir siendo independientes pero ¿sabía yo lo que quería decir independiente? porque nos casamos y empezaron a pesar los a pesar.

El compromiso era mantener las antiguas amistades pero Leopoldo las intensificaba mientras que las mías se disipaban en las tardes de cuidados al pequeño y si los fines de semana de Leopoldo tenían su sentido fuera de casa los míos transcurrían sólo cosiendo y a veces leyendo.
Me habló entonces de represión de que era una reprimida porque en el sexo había una serie de cosas pero que yo no las hacía.

No las hacía porque no me gustaba y no me gusta y eso para él era ser una reprimida mientras que para mí sólo una cuestión de gustos porque está claro que ciertas actitudes me gustan más porque me producen mayor placer o mayor comunicación y si se me pide otra actitud a lo mejor la acepto pero a lo mejor no porque yo sé que en un momento puedo descubrir algo siempre que me apetezca aunque no soy curiosa y más bien me dejo llevar por el sentimiento de cuando se te va la cabeza o mejor cuanto cabeza y cuerpo son la misma cosa y entonces todo se acaba. Eso es lo fantástico del sexo. Todo se acaba y no hay nada que hacer si la cabeza se despierta y el cuerpo lo rechaza se rompe la unidad y acabas preguntándote ¿qué estoy haciendo aquí?

La cosa iba peor así que tuve que buscar trabajo para que Leopoldo siguiera hablando cínicamente de relaciones de producción de relaciones de parentesco de modelos marxistas así que tuve que trabajar aún tengo que trabajar para darle de comer a mi hijo que era nuestro hijo.

Carlos trabajaba en el mismo sitio pero estaba casado con una compañera y me gustó.

Me reprimí.

Por primera vez fui consciente de llamarme reprimida porque no era posible superar la barrera del adulterio cuando sinceramente no creía que compensara a pesar del ataque de pasión así que cuanto todo eso sucedió me dije a mí misma que la pasión no podía pillarme mientras el subconsciente trabajaba a toda velocidad de una manera tremenda.

Yo sabía que la naturaleza de mis trece años me dominaba cuando nadaba cuando bailaba cuando subía a la montaña pero la de mis veinte años frente a un hombre debía nacer de la conversación muchas veces repetida de las miradas del entendimiento entre los dos.

Pero antes de que invadiera la pasión ya la había evitado.

Quizás en el fondo seguía siendo totalmente fiel a la persona que quiero de verdad y aunque a cada persona la quiero de forma diferente no me gusta hacer sufrir a nadie igual que a mí no me gusta que me hagan sufrir.

Y le sigo siendo fiel.

Entonces si infidelidad es hacer el amor pensando en otro no puedo hacerlo y me quedo con quien amo.

domingo, 18 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [12]


-Yo creía que el matrimonio era el grupo ideal para que hubiera mucha y buena comunicación entre sus miembros.


-¡Ya está!, ¿otra vez con lo de la comunicación interpersonal en el matrimonio?


-...

-¿Tenemos que volver a discutir otra vez?

-No te entiendo Leopoldo, ¿de verdad no crees que la buena comunicación entre los dos no es una necesidad?

-Sencillamente, no.

-...

-Porque puedes sentir la necesidad, pero es muy raro que llegue a ser una realidad.

-Está claro que tú y yo no somos una excepción en relación a los demás. La verdad es que yo diría que nuestra comunicación es realmente escasa.

-Y en ocasiones, prácticamente nula, querida.

-Porque no hablamos. Porque cada vez que lo hacemos eludimos sistemáticamente los temas verdaderamente importantes, los temas que de verdad significan comunicación.

-...

-Mira Leopoldo, tú todos los días está con la cantinela de que eres muy liberal bla, bla, bla pero a la hora de la verdad eres de lo más machista.

-Ya estamos.

-Sí, sí, te comunicas con otros hombres, con tus compañeros de la facultad, con los señoritos licenciados de tres al cuarto, pero no con tu mujer, no conmigo.

-Tú sabes que eso no es cierto.

-¿Qué no? Lo que a ti te gusta es verme en el papel tradicional de ama de casa, de madre..., a pesar de que me digas que salga, que me vaya con mis amigas, tararí. No, no puede haber comunicación entre un machista y su mujer, tiene que ser, por narices, absolutamente deficiente.

-Bueno, a lo mejor tienen razón los que dicen que el matrimonio hoy por hoy no es la opción a la hora de buscar una comunicación profunda con otro ser humano.

-...

-A lo mejor no lo ha sido nunca.

-Entonces, lo de los ideales en común, las aspiraciones de búsqueda de intercambio, de reciprocidades, la busca del compañero, no del antagonista, se va todo al carajo, ¿verdad?

-Eso es una utopía, tienen que entender que el matrimonio es un camelo.

-Claro, y por eso yo tengo que cargar con todo. El trabajo, el niño, mientras tú te encierras a trabajar en tu despacho. Y si insinúo, sólo insinúo, que quizás lo mejor fuera que nos separáramos, me sales con que es preferible seguir viviendo juntos, aunque nos llevemos mal, por el niño... por el niño…

-Mira, no mezclemos las cosas.

-¿No mezclemos? Lo que pasa es que te gustaría que sólo hablara contigo de los programas de la tele, la política... bueno, si quieres, de religión. Pero no de nuestro hijo, no de nuestro matrimonio, nada de ti y de mí como pareja.

-Puestos así, lo que a ti te falta es una madurez individual básica. No se si me entiendes.

-Perfectamente. Tú eres el gran licenciado, yo simplemente tengo que trabajar para poder traer algo de pasta cuando el señorito está estudiando todavía porque quiere hacer el doctorado para colocarse bien, ¿y qué?

-Tú siempre has dicho que trabajarías aunque no lo necesitaras. ¿No eres así más independiente, más personal? ¿Y no decías que eso contribuía a la comunicación?

-Claro, pero tú pareces no ver esa necesidad, parece como si no quisieras aportar el dinero que nos hace falta en casa todos los meses.

-¿Ves? Hay algo de lo que si hablamos, de dinero.

-Pues sí, nuestro tema preferido. Pero, ¿se yo lo que ganas?, ¿puedo influir en algo ala hora de decidir en qué gastarlo?

-Así no vamos a entendernos nunca. Me voy. Me voy a dar una vuelta, a ver si me despejo, que esta noche tengo que terminar un informe para la tesis.


sábado, 17 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [11]


Extendí mis cabellos sobre sus rodillas, cerrando los ojos, dejándolo aspirar mi olor a arroyuelos, a tierra y moras silvestres.

Te amo, le dije, y huelo a primavera, ese olor es de carne firme, de sangre nueva. Te amo con toda mi juventud, te amo.

Y recuerdo cuando venía a mí, con pasos lentos, yo dispuesta a acogerle, sin el valor siquiera de levantar los ojos, pero siento que me asaltan los labios su sabor de violeta y el aire que me rodea.
Bésame, bésame las manos. Sí, estoy loca, porque voy con la dulzura y cuando salga la luna bajo las hojas del laurel, amémonos. Amémonos mirando nuestro idilio frente al prado dormido, mientras se aman las luciérnagas con estremecimientos breves como destellos.

Así, de la mano, descalzos, desnudos, con el cabello al viento y el cuerpo en la caricia, amémonos, seamos felices con el goce sencillo, porque somos jóvenes y estamos llenos de amor.

Quítame esta ropa con olor a huerto. Ninguna mujer te dará este olor a amor agreste, porque en mis armarios guardo frutas maduras para ti. Ven, ven a mi lecho, trae los efluvios ardorosos para que mi joven carne de ellos se impregne. Amor, ven a mi lecho. Tómame. Ahora que es temprano, ahora que mis labios lo desean, ahora, no más tarde, antes de que anochezca y las rosas se marchiten. Tómame hoy y no mañana. Ya ves que no llevo ni una joya esta noche. Sin aros ni sedas, y en mi boca pálida florece mi beso que guarda tu boca y mis manos se alargan buscando el deseo.

Tómame amante, que siento la luz de un amor salvaje que me encanta y sobrecoge de voluptuosidad, de placer infinito, dulce y desconocido. Estoy ebria de ti, amante, flexible de gozo.

Sí, que inmensa fatiga me derriba.

viernes, 16 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [10]


-Mira, yo creo que hemos cogido por los bigotes al terrible dragón que era el sexo y lo hemos convertido en un pobre animal doméstico al que alimentamos con mendrugos y se revuelca en el sofá a la hora de la siesta.

-No lo sé, a veces me pregunto si la liberación ha enaltecido al sexo o lo ha relegado.

-Yo sí lo sé. Entre Iñaki y yo todo ha dejado de ser importante, hasta el sexo, a pesar de que muchas veces ha sido maravilloso. Mis obsequios sexuales son para él algo trivial, algo divertido pero nunca profundo, sin ningún valor, en el verdadero sentido de la palabra valor. Para Iñaki el sexo es como una tarta que puede ser encargada en cualquier pastelería: tiene un buen sabor pero no es nada suficientemente extraordinario y, desde luego, no es lo único. Simplemente... bueno, como una comida nutritiva.

-Entonces, para ti el sexo sigue siendo algo sagrado, nunca trivial.

-Yo me entrego al acto como si se tratara de un verdadero compromiso, como si mi cuerpo y alma fueran un todo indivisible. El, en cambio, puede amar de igual forma sus fotografías, los relatos que escribe a escondidas o la música folk.

-Parece una ironía: noches fogosas -muerte de las relaciones... pero... la cama quizá no sea la morada del alma.
-...

-Piensa que el sexo, hoy se aplica constantemente a usos que no son puramente sexuales. Voy a hacerte una confesión. Cuando tenía unos trece años, dicen que era una cría muy bonita, me llevaba a la cama a un chico cada tarde. Hacíamos el amor, pero de hecho era un placer físico muy pequeño, lo que a mí me gustaba era quedarme dormida junto a Él. Era lo único que realmente me gustaba, abrazarme a su cuerpo. Entonces me di cuenta de que ellos no eran mucho mejor que el osito de peluche con el que me había conformado en mis años infantiles no tan lejanos. Yo utilizaba la sexualidad, era una nueva fórmula de liberación para encontrar un oso peluche que abrigara de verdad. Mis necesidades no eran realmente sexuales, sino que tenían más que ver con una infantil necesidad de ser abrazada y mimada. Era una imitación de mujer que utilizaba mi órgano genital para satisfacer necesidades infantiles que no habían desaparecido. Está claro que el sexo no era en absoluto algo trivial para mí, pero tampoco imprescindible. ¿Lo entiendes?

-Es que el sexo ha usurpado la función que solía corresponder a la película del sábado por la noche. Mira, cuando éramos novios, allí, sumidos en la oscuridad conseguíamos conocernos como pareja. Yo me preguntaba, lo de siempre, ¿me querrá por mi mente o simplemente por mi cuerpo? Hoy, ni siquiera es necesario amarse para entregar el cuerpo.

-Yo creo que lo que queremos es saber si deseamos amarnos. La tensión de querer ser amados envuelve los encuentros sexuales.

-¿Y la seguridad y la confianza, la amabilidad y la ternura? Porque ya sabes, Don Juan descubrió -ya en el siglo XVI- que no importaba cuántas conquistas sexuales hicieras ni cuántos momentos de disfrute físico tuvieras, ya que existía una sed mucho mayor en la naturaleza humana, la sed espiritual, que cuando se satisface relaja el alma mucho más profundamente y con mucha mayor duración que los espasmos orgásmicos del resto del cuerpo. Esta es la verdadera relación de amor, ¿no?

-...

-¿No sientes tú una excitación especial en el momento en que sabes que vas a tener un encuentro sexual con alguien? ¿No es deliciosa la tensión que hay en ti hasta que llega el momento y la que se produce hasta que el acto sexual está consumado? Para mí es como volar en el espacio, como hacer un viaje a un país donde nunca has estado antes. Morderle la oreja a Iñaki es completamente diferente a morder una oreja extraña. Y más que una mera satisfacción la necesidad física de morder significa, al menos para mí, sentir esa parte como algo nuestro que necesita estar rodeado de sumo afecto. ¿Tú no crees que el sexo con una persona a la que conoces y te sientes conocida, aceptándola y siendo aceptada, es una experiencia erótica con un tipo de fuerza comparable a la de un huracán?

-Si, pero a pesar de los potentes hombres -como tu marido Iñaki, por lo que cuentas-, de las mujeres más fogosas de la historia, de los momentos orgásmicos más intensos que duran hasta primeras horas de la mañana, a pesar de las vaginas y penes lubricados, nunca como ahora las relaciones entre hombres y mujeres, sentimientos y efectividad han sido tan difíciles, ni nunca ha costado tanto mantener el amor que en este mundo de continuas separaciones, conflictos e infidelidades, de infinitas conmociones... es que... la escena social está cambiando continuamente y muy pronto se convertirá en una grandiosa orgía multitudinaria.

jueves, 15 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [9]


Si no fuera por ti. Si no fuera por ti, qué distinto sería todo, qué distinto ha sido todo.

Ayer me quedé en tu mirada, en tu gesto. Hoy, no puedo, no quiero apartarme del sentirme enamorada, aunque mil, cien mil espectros, maliciosamente armados intenten...

intenten cortar lo indivisible, lo que tœ y yo sentimos, lo que los ojos no pueden contemplar, y porque un idioma nunca oído nos habla de cosas mortales, de cosas maravillosas. No dejemos, no, que las palabras estallen como el frío cortante del espacio sideral. No dejemos, no, que nos acuchillen como el beso del relámpago. Pensemos en el amanecer después del tiempo desesperado.

miércoles, 14 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [8]


-Si, si, vente conmigo.

-Siénteme, siénteme (ya, voy a inundarla, pero mis fuerzas también se van con el orgasmo, es el fin, la pérdida incondicional del ser, todo, para el ridículo placer de un instante, gozar para dejar de gozar, llegar al deseo cuando ha desaparecido, sombras sin llegar siquiera a conocer la luz; ya he soltado el chorro, vaciando la capacidad de goce... el derrumbamiento, contradictorio sufrimiento... ¡mierda!).

martes, 13 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [7]


Estás a mi lado, quizá por eso es que te extraño. Tus ojos me invitan a la invasión, tú lo sabes. Cada parte de uno enlaza con la del otro. No te sorprendas, en realidad sólo quería decirte eso. En realidad, la vida es pongamos por ejemplo, manzanas, y yo te miro, te toco, te beso, te hablo, y tal vez me descubra dibujando manzanitas para imitarte.

Quiero que sepas que a mí nada me importan las cosas sin objetivos, no me importan los límites, pero sí, y mucho, me interesa la gente.

Tú me importas.

Esta historia, Iñaki, la tendremos que hacer, no la vamos a encontrar en la historia de alguna ciudad amurallada cuando la desentierren. Que las circunstancias no nos invadan, sino que seamos nosotros mismos.

Tú y tus cosas.

Yo y mis locuras.

domingo, 11 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [6]


- Contigo todo es diferente. El sexo con mi mujer es coito hogareño, limpido, reluciente, coordinado, bien dispuesto, bien regulado, bien etiquetado, bien desempolvado, bien desinfectado, bien medido, cronometrable, parecido a un cromo, mesurable, registrable, reproducible al infinito... coito sin aventura, sin sorpresas, casquete echado a la buena de Dios, simple vaciamiento de las pelotas, fricción de las mucosas, que se podrá contar, que se podrá condensar en una fábula que excluya cualquier extravagancia, porque obedece a un orden lógico y su consumación es fundamentalmente conminación.

- Pero tu mujer espera mucho de las relaciones sexuales, espera comprensión, afecto. Te reprocha que para ti el sexo ha dejado de tener importancia, me lo ha dicho.

- ¿Cómo se puede hacer el amor con pijama, cremas en la cara, cuando acabamos de discutir por cualquier cosa, cuando jamás te dicen "te quiero", cuando nada más terminar sale corriendo a lavarse, cuando siempre dice que tiene sueño...?

- Yo creo que tiene miedo a comunicarte sus necesidades sexuales. Además, le falta capacidad para estimularse a sí misma. Mientras acepte sólo lo que hace el hombre, no es de extrañar que no consiga gozar totalmente. Tœ sabes muy bien que cuanto más me involucro en la bœsqueda de mi propio placer, siguiendo mis propios deseos genitales, en mis movimientos y en la colocación de mi cuerpo, tanto más me acerco al orgasmo. Eso es lo que no termina de ver tu mujer.

- Quizás...

viernes, 9 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [5]


Sí, por ti haría cualquier cosa. Nuestro primer encuentro en aquella cama de la maternidad fue tímido y contradictorio, me parecía que todas las demás, las otras madres que estaban en la habitación querían más a sus hijos que yo a ti, a veces me reprochaba el haberte traído al mundo, pensaba en el embarazo y me echaba a llorar. ¿Sabes?, antes del parto pensaba que podía ser una buena madre, después ya no estaba tan segura, creía que el cariño maternal tenía que brotar como un extraño fenómeno de la naturaleza justo en el momento en que nacieras .

Todos me lo habían dicho, incluso Patricia, Vicki, Paola, que ya tenían hijos. Y tú, eras distinto a como te había imaginado, a pesar de que de verdad quería un niño.

Creí que mi hijo sería el más hermoso, el más bonito, más bonito que los sonrosados y sonrientes críos de los anuncios, pero eras pequeño, frágil, me pareció incluso que tenías menos personalidad.

Me inquietabas. Mi atención en ti era constante y sentía que no percibía nada a cambio, me entristecía verte indefenso pero al mismo tiempo eras un extraño, me daba cuenta de que te observaba de forma impersonal, como se mira a un desconocido.

Me daba miedo, porque estaba adoptando actitudes demasiado críticas frente a ti, que si tu cara no me gustaba, que si la nariz era demasiado grande.

Había comenzado una lucha dentro de mí y contra mí misma, es más, en algún momento, por un instante deseé que te pasara algo. No sabía lo que me pasaba, pero sentía que tenía que reestructurar mi vida, mi equilibrio, dudaba de mí misma, pensaba si no habría sido una locura tenerte.

Ser madre era algo que no podía aceptar con naturalidad. No sé cuando nació mi cariño hacia ti, quizá fue al sentir que de verdad me necesitabas. Fue un amor que se formó poco a poco, no fue un volcán. A lo mejor es así como tienen que nacer las relaciones duraderas entre dos personas, simplemente así.

miércoles, 7 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [4]


Sí, los hombres son criaturas débiles, necesitan mentir para sentirse fuertes. Se quejan de que somos demasiado románticas, pero en realidad son ellos quienes se acercan a nosotras, empujados por el absurdo idealismo de que todo sea como el primer día
Lo de Iñaki se acabó
Mi relación con Leopoldo, también
Así que he aprendido que cuando un amor se termina hay que huir enseguida, antes de que te arrastre contigo mientras te hundes. No puedo seguir esperando, esperando totalmente impasible a convertirme en una mujer de edad que busca carne fresca a cualquier precio. Acepto el paso del tiempo, pero aœn, frente al espejo, puedo decir, "sigues siendo una mujer atractiva y llena de vitalidad"
Lo malo es que siempre estoy huyendo. He aprendido a huir de las cosas que me podían herir y claro, he tenido que renunciar a muchas cosas. Ya lo sé, es una posición egoísta. Quizá por eso yo ya no busqué el amor enfermedad, el amor exaltación, el amor que te ayude a vivir. Porque el amor también exige sacrificio, porque la parte más difícil del amor es el entregarse espiritualmente a la otra persona.

(En ti encontré el verdadero motivo de la entrega. Cuando creí que todo estaba perdido, fue junto a ti que encontré este amor que es una especie de muerte desesperada)

martes, 6 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [3]


Es obsesivo. Leopoldo aferrándose a mí, a mi cuerpo. Sus caricias son casi desesperadas. Y esa repetición interminable "te quiero", "te quiero". No, no puedo sentir, aunque lo intente. Mis manos no quieren responder a sus caricias, mi boca es incapaz de repetir una palabra, ya no de amor, ni siquiera de comprensión, es incapaz de devolver sus besos inútilmente intentan ser apasionados. Y tú, sigues estando en mi centro, en nuestros paseos, en las largas conversaciones, en el amor furtivo, aquí, allí en tu cama. Te quiero, te quiero, te quiero. Si estos fueran tus abrazos, si estos fueran tus besos, no los cansados de Leopoldo, si fueran éstos, habría mil caricias para amarnos, infinitas caricias de respuesta. A Leopoldo le quise, quizás le quiero todavía. Fue mi universo, padre, amante, hermano. Pero el tiempo pasa y siento que nuestra historia se va acabando poco a poco, a veces más rápido, ya vertiginosamente. Quiero escapar de este círculo en que mutuamente ponemos en juego los más sutiles mecanismos de control y dominación. Estoy confundida, y al mismo tiempo tengo miedo a mi relación con Iñaki. Te quiero, Iñaki, te quiero, te necesito.

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [2]


-Me gusta estar contigo. Antes tenía miedo, pero ahora estoy tranquila, soy muy feliz
-Yo también estoy bien
-¿Qué sientes?
-No lo sé... ahora mismo
-Pero algo tienes que sentir
-Pensaba en nosotros, ¿sabes?
-¿Y en Leopoldo?
-... también, no puedo evitarlo, es tu inevitable continuación
-¿Te molesta?
-Creo que sí, pero
-¿Qué ibas a decir?, sigue, sigue…
-He tenido la sensación de que todo lo que ha pasado ha sido algo más, mucho más que un apasionado encuentro sexual
-Yo también lo sentí
-...tuve la certeza de que nos comunicábamos a través del abrazo. Te sentí vibrar y sentí que respondías a mi...
-Iñaki, me gustó hacer el amor contigo
-A mí también
-... porque dejé de tener miedo
-¿A qué?
-A los fantasmas
-...

lunes, 5 de abril de 2010

FRAGMENTOS DEL DIARIO DE UNA MUJER GRIS [1]


Siento la angustia de tener que decirlo todo, aunque no quede nada en mi cabeza, porque si me callo es peor.
Siento la contradictoria necesidad de hablar, de soltar un río de palabras, sin respiro.
De todas formas, mi silencio no será un silencio puro.
No sé, no sé, si después de la noche negra habrá un alba, pero he llegado demasiado lejos.
Lo único que quisiera es ponerme a gritar como una bestia, salir de mí
Y yo, en el centro, rodeada de las cosas, y al mismo tiempo, una parte de esas cosas, sin poder abarcarlas, sin poder evitar que el círculo se haga cada vez más pequeño
Pero todo es palabra, quizás nunca existió el silencio
Por eso tengo que contarlo todo.

lunes, 29 de marzo de 2010


El viaje termina aquí, termina en esta playa: en los mezquinos cuidados que dividen el alma que no sabe ya gritar. En el suspiro del oleaje se cumple cada destino y quizás mañana, cuando vaya camino de la horca, atravesando el aire de vidrio árido, bajo el cielo cóncavo que bulle, veré, volviéndome, producirse el milagro: la nada a mis espaldas, el vacío de producirse el milagro: la nada a mis espaldas, el vacío detrás de mí, con un terror de borracho, ebrio por la voz que sale de las bocas del mar al abrirse como verdes campanas y volverse atrás desapareciendo, sintiendo que el latir de mi corazón es sólo un instante del océano y su ley: ser vasto y diverso a la par constante.

La orilla enfebrecida se turba y bulle contra la marea, como un musical derrumbe se despeña el sonido, se aleja. Lejos, resuena un grito. De golpe el tiempo se acelera, desaparece en remolinos rápidos y queda en el aire la espera de un proceloso evento. Mengua el resplandor del día y desciende sobre las cosas que sólo piden persistir de la fatiga infinita. Y allí estás, tras la ventana de mi celda, como cuando la ráfaga de viento pegó el vestido a tu cuerpo y te modeló rápida a su imagen. Recuerdos.

La felicidad lograda un día. Sí, por ti caminé sobre el filo de una espada: hasta que la sangre lo inundó todo. La ilusión quemó un fuego lleno de ceniza perdiéndose en la eternidad de una certeza: la luz. Pero anduvimos en un polvillo madre-perláceo que vibraba, en un deslumbramiento que enviscaba los ojos y nos debilitaba cada vez un poco más.

La ola repite su furia desordenada. Me recuerda que por ti yo me llenaba el alma, maravillado por el jadear del aire nunca inmóvil donde cintas de luz se extendían como aquilones al cielo retumbando.

Vinieron después días de lluvia. La lluvia que fatigaba la tierra, agolpando el tedio del invierno sobre las casas. La luz se volvió avara, amarga el alma. Quise entonces buscar el mar que carcomía el mundo, la minúscula torsión de una palanca que detuviera el mecanismo universal; y vi todos los sucesos del momento como prontos a desunirse de golpe. Un estupor detuvo al corazón que cedió a los errantes íncubos, mensajeros del viento. Y el silencio.

Quise encontrar, historiador de ávidos deseos y escalofríos, palabras en las que la vida y el arte se confundieron para gritar mi melancolía, pero no encontré más que usadas letras de diccionarios, palabras que como mujeres públicas se ofrecen a quien las solicita, alguna sílaba seca y torcida como una rama, no más que frases cansadas.

Amanece. Lo presiento por el albor de vieja plata en las paredes. Una luz sobre el umbral presagia como un agua. Mi vida es aún la tuya. Ruega por mí cuando descienda el camino que no es calle de ciudad en el aire perdido ante la multitud de los vivos; que yo te sienta a mi lado, que suba a la horca sin vileza.

El viaje termina aquí, el camino termina en estas playas que roe la marea con alterno movimiento. Tu corazón cercano no me oye, ha zarpado ya hacia lo eterno.

domingo, 28 de marzo de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [28]



Como si de vuelta del mar estuviera el marinero, el año recorrió sus fases: la lluvia y el sol, primavera y verano. El invierno les siguió, y una pálida estación gobierna la casa de la muerte.

La esperanza ya no existe. ¡Hace tanto tiempo que se esfumaron las ciudades encantadas!

Las mudas tierras duermen de este a oeste, se estiran y se vuelven mientras escucho salmodiar al viento vomitante del invierno, el mugriento sortilegio de la ciudad nocturna y la arrojadiza lluvia en esta enrejada celda que el orín consume. El pulso del mar asediante late bajo el todo luna y la bóveda ciega. Incluso hasta la estrella más intensa parece aniquilada.

Lucho con las sombras, con una palabra, por algo que no se ve con los ojos, con la mitad de una rota esperanza de que la verdad de algún modo sea verdad.

Por el azur invertido del firmamento se deslizaba la barca que nuestro amor llevaba, pero era un mar que no estaba en los mapas, un mar que envolvía y confinaba en una isla sin luces a los errantes. A mí, y a Ella que fue la Isla Hermosa (¿con qué podría compararla, que me atrajera como ella?, pues me atraía más, más, aún más que el mar): su bello nombre llegó a mi oído como suave música y ahora se me aparece en la oscuridad entre sonrisa y lágrima, humana y mágica, real y etérea ceñida por el azul que se refleja.

Mis latidos se hacen rápidos, densos, como cuando vesánico el lago se ennegrece y rozan fuertes ráfagas sus aguas. Está con mi vida demasiado entretejida, nervio a nervio entrelazada y yo combato por las horas y los instantes, desde la primatarde del tiempo, desde hace años para siempre jamás, cada uno rescatado como un reino conquistado donde merece reinarse.

Dicen que los que viajan lejos desaparecen, dicen que los que viajan lejos ya nunca vuelven. Era hora entonces de poner su mano en la mía y vaciar nuestras copas y antes de partir hacer brindis por la muerte, reina de todas las cosas en la turbonada y la tempestad, emperadora del oceano violento y vasto. Zarpamos, más cada uno en un barco diferente.

Cada uno avanzó, aunque cerca, separados, y cada uno vio al otro brillar como las estrellas lejos de su alcance. Con lágrimas nos acercamos, con llanto miramos el golfo, como dos grandes águilas que en el aire giran sobre una montaña, y a gritos conversan, en la distancia oídos a través de los árboles.

El amor, cuando llega, es en verdad omnipotente, no cuando se va. En otras tierras, tal vez en mejores cielos se enlazarán sus manos con mis ojos: la vida.

¿La vida? Sí, ese páramo inhóspito donde se ve al amor (gran corazón doliente, tuertas manos, silencio, desesperanza larga), donde se le ve llegar, donde se le ve marcharse.

Pongo aquí punto final contra mi amor. Esta es su tumba y también su epitafio. Aquí el camino se bifurca, y yo voy por mi lado, bien lejos del suyo.

Pero, ¡si con esto bastara!, si ver las cosas desnudas, el cuerpo hundido en el fango, sentir la tinta del lodazal y el pozo negro del barro, sentir venas de fuego y correr y penetrar y sudar. ¡Si con esto bastara!

Instante a instante, el cepo, estrechánse más ciñe mis pies y con toque nugatorio el tiempo de rudas manos muestra la telaraña ingrata.

¿Por qué ir de isla en isla navegante sin esperanza?

El corazón del marino es extraño. Espera, teme. Se aproxima y se distancia de la costa. Yo me acerqué vacilante, navegué en torno a su islote misteriso y oí desde la orilla voces que llamaban tierra adentro. Sin embargo, navegan los barcos ya esquifados nuevamente cada uno con su rumbo.

Golpea el viento violento en la ventana de la celda. Sí, escucho la señal, Señor... Entiendo. A una orden tuya la noche ha llegado. Comeré y dormiré, y ya no me haré más preguntas.

martes, 23 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [27]


Como si de vuelta del mar estuviera el marinero, el año recorrió sus fases: la lluvia y el sol, primavera y verano. El invierno les siguió, y una pálida estación gobierna la casa de la muerte.

La esperanza ya no existe. ¡Hace tanto tiempo que se esfumaron las ciudades encantadas!

Las mudas tierras duermen de este a oeste, se estiran y se vuelven mientras escucho salmodiar al viento vomitante del invierno, el mugriento sortilegio de la ciudad nocturna y la arrojadiza lluvia en esta enrejada celda que el orín consume. El pulso del mar asediante late bajo el todo luna y la bóveda ciega. Incluso hasta la estrella más intensa parece aniquilada.

Lucho con las sombras, con una palabra, por algo que no se ve con los ojos, con la mitad de una rota esperanza de que la verdad de algún modo sea verdad.

Por el azur invertido del firmamento se deslizaba la barca que nuestro amor llevaba, pero era un mar que no estaba en los mapas, un mar que envolvía y confinaba en una isla sin luces a los errantes. A mí, y a Ella que fue la Isla Hermosa (¿con qué podría compararla, que me atrajera como ella?, pues me atraía más, más, aún más que el mar): su bello nombre llegó a mi oído como suave música y ahora se me aparece en la oscuridad entre sonrisa y lágrima, humana y mágica, real y etérea ceñida por el azul que se refleja.

Mis latidos se hacen rápidos, densos, como cuando vesánico el lago se ennegrece y rozan fuertes ráfagas sus aguas. Está con mi vida demasiado entretejida, nervio a nervio entrelazada y yo combato por las horas y los instantes, desde la primatarde del tiempo, desde hace años para siempre jamás, cada uno rescatado como un reino conquistado donde merece reinarse.

Dicen que los que viajan lejos desaparecen, dicen que los que viajan lejos ya nunca vuelven. Era hora entonces de poner su mano en la mía y vaciar nuestras copas y antes de partir hacer brindis por la muerte, reina de todas las cosas en la turbonada y la tempestad, emperadora del oceano violento y vasto. Zarpamos, más cada uno en un barco diferente.

Cada uno avanzó, aunque cerca, separados, y cada uno vio al otro brillar como las estrellas lejos de su alcance. Con lágrimas nos acercamos, con llanto miramos el golfo, como dos grandes águilas que en el aire giran sobre una montaña, y a gritos conversan, en la distancia oídos a través de los árboles.

El amor, cuando llega, es en verdad omnipotente, no cuando se va. En otras tierras, tal vez en mejores cielos se enlazarán sus manos con mis ojos: la vida.

¿La vida? Sí, ese páramo inhóspito donde se ve al amor (gran corazón doliente, tuertas manos, silencio, desesperanza larga), donde se le ve llegar, donde se le ve marcharse.

Pongo aquí punto final contra mi amor. Esta es su tumba y también su epitafio. Aquí el camino se bifurca, y yo voy por mi lado, bien lejos del suyo.

Pero, ¡si con esto bastara!, si ver las cosas desnudas, el cuerpo hundido en el fango, sentir la tinta del lodazal y el pozo negro del barro, sentir venas de fuego y correr y penetrar y sudar. ¡Si con esto bastara!

Instante a instante, el cepo se estrecha, más ciñe mis pies y con toque nugatorio el tiempo de rudas manos muestra la telaraña ingrata.

¿Por qué ir de isla en isla navegante sin esperanza?

El corazón del marino es extraño. Espera, teme. Se aproxima y se distancia de la costa. Yo me acerqué vacilante, navegué en torno a su islote misterioso y oí desde la orilla voces que llamaban tierra adentro. Sin embargo, navegan los barcos ya esquifados nuevamente cada uno con su rumbo.

Golpea el viento violento en la ventana de la celda. Sí, escucho la señal, Señor... Entiendo. A una orden tuya la noche ha llegado. Comeré y dormiré, y ya no me haré más preguntas.

domingo, 21 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [26]

Mi muerte se parece exactamente a mí. Vive al alcance de la mano. Pasión, desesperación... ¿cómo encontrar el valor de vivir cuando es casi siempre imposible, clavos doblándose hacia quien los golpea?

Mi mente emprende el vuelo como una mariposa, revolotea en amapolas color sangre hojeando las páginas de mi vida como si fuera un libro de poemas volando dentro de la caverna del pasado y el futuro. Estoy atrapado, atrapado en las entrañas de mi sueño, encerrado por mí mismo, carcelero.

Me acurruco en un rincón. Yo soy el miedo (el miedo es peor que la muerte). Vivo al borde del tiempo contemplando el infinito.

Las palabras surgen de mi boca como esputos o besos; mi pasión y mi ira llenan el mundo desenfrenado aunque lo único que conozco es una muerte cierta. Ya no soy más que un cadáver que mueve la pluma que escribe. Soy una vasija para una voz que retumba. Escribo frases y aniquilo selvas enteras. Modifico el cosmos en la distancia de los granos de arena de las letras.

La noche viaja en un barco negro, pero ahora la noche es día, un día más blanco que el desierto. Y el mar.

Su luz cambiante me recuerda mi muerte. El océano adormece con su paz. La eternidad llegará lo bastante pronto a través del aire puro como la nada.

Mar, quisiera poder hablar tu lenguaje, ser tan interminable como tú; no obstante te burles de nosotros con tu herrumbre. Junto a ti he sabido lo que significa decir "sin final" y "para siempre". Quise copiar las curvas de las olas, mi corazón latió con las mareas y la salinidad de mi sangre se hizo amiga de la tuya; mas también he sabido que la carne —esa lección que aprendemos simplemente— es sólo un castillo que se desmorona con el viento, he aprendido que la piel se rompe bajo las olas, como la arena bajo las suelas del primero que camina por la playa después de bajar la pleamar.

Mar, en ti sigo buscándole.

Mis mejillas arden contra el aire quemándose donde los elementos chocan y se mezclan, transformándose en uno. Siento que estoy de pie en un trozo de tierra enlazado con el cielo: el cosmos toca el xilofón de mi columna vertebral, golpeando cada vértebra con un solo tono claro, haciendo que el hueso de mi espalda reverbere con el eco sensual de la música de las esferas.

Mi corazón late con el mar, mis brazos se mueven con las nubes, mi carne es, en última instancia, irrelevante.

Te amo, dije, como amo al mar, pero el mar no ama a nadie más que a sí mismo. Y, mientras, tú estás allí esperándome, para dormir sobre mi ataúd; sí, espérame con la mirada triste en medio del camino que dobla más allá de la pared del cementerio.



(aunque digan que no se puede mirar de frente ni al sol ni a la muerte, yo le haré bajar los ojos, porque sé que la muerte es sólo un movimiento hacia la luz)

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [25]



Soledad de soledades. Mi soledad cada día mayor de desoído, perdido en visiones lúbricas, tan desnudo como el primer día de mi condena (aunque me quede todavía cierta capacidad de ternura —esa pequeñísima luz indescifrable— y una voz entrañable pidiendo perdón a todo: "Piedad, porque nadie tiene la culpa de haber nacido"). Soledad de soledades. Soledad mía, muerte del amor, muerte de la muerte, porque nunca hay vida, nunca, ¡nunca!, sino sólo agonía

Yo sé que si es triste el olvido, más triste es aún todo recuerdo, y más triste aún toda esperanza. Por eso me duele el aire. Me oprimen tus manos absolutas, rojas de besos y relámpagos, de nubes y escorpiones.

Yo sé que todavía mi cadáver florece de deseo —sus secretos y nunca bien satisfechos deseos- y que podría olvidarme de la redondez de tus senos hechos a la medida de mis manos, del goce que nos dio esa especie de vals de las olas de la carne y el sonido de percusión con que al amor danzamos.

Podría olvidarme del morir en una burbuja a punto de no ser más que vacío, del morir en la distancia de tu cuerpo desnudo como un jirón de nácar inflexible al temible contacto con tu suave piel fresca. Podría olvidarme del morir por el fuego de una boca que busca la respuesta en otra boca cuando la sangre contra el corazón se estrella, del morir en tus muslos, beber —bebo de tu agua y es un agua amarga—, resbalar, caer, caer, siempre en ti, lento, hasta el fondo de ti, tiempo de mi muerte, mi muerte compartida.

Podría olvidarme, sí, de que mi cuerpo —quién de sus rosas amorosas te regaló las de más fiebre— no es apto para otros menesteres que frotarlo en el amor hasta la incandescencia, aunque tú no oigas, sin querer, mi grito de tigre rodando tu cariño, lamiendo tus rincones y descubriendo tu sexo golpeado en tantas noches. Podría olvidarlo todo, hasta que la nostalgia del ayer nos derrumbe, no la muerte, la fuerza de la vida presente en derredor de nuestra falsa vida.

Todo puede olvidarse, menos las pupilas de la despedida, su furia cayendo sobre los hombros de mis ojos, como si la batalla —asaltados por la obsesión de ser vencedor o vencido— solamente sirviera para insultarnos por vivir.

Pero no quiero ahora decir esto ni lo otro ni nada. Quiero abandonar este balbuceo infantil de quien quiere expresar lo inexpresable. No voy a repetir las antiguas palabras de desolación y la amargura, ni a derretir mi pecho en el plomo del llanto. Yo lo que quiero es quedarme callado, oír, oír, simplemente, oír como me bebes, como me tomas, como soy una sombra yaciendo. Pero también quiero oír, que no haya más que el silencio (la estrella más fúlgida de la noche), el brutal y tenebroso ruido de los mares oceánicos y planetas que chocan contra meteoritos. Quiero no oír porque sé adonde me llevarás y no quiero perderme, pero tal vez quiero perderme.

Yo sólo sé que estás desnuda frente a mí —viva como el amor, y como el cuerpo, concreta y necesaria— a pesar de que transidas de afán, sombras hambrientas se tiendan entre nosotros. Y me doy cuenta que yo no estoy existiendo, que otro existe en el lugar de mí pero dentro de mí. Debo huir. Huyo en círculos con mi frágil cuchillo de marinero muerto. El fatigado corazón se arrastra al punto. ¡Punto final, y abajo!

Pero vaya donde vaya siempre te encuentro, como pájaro mágico o enemigo que atrae para aniquilarme. Me hablas, me sostienes, me das el sentido de las cosas, me dices:

— Recuerda que soy tu amiga inolvidable, intransferible, tuya, como el sudor, la fuerza de tus ojos, tu palabra. Sufro, me bebo el vino que tú bebes. Me bebo el llanto que tú bebes. Recuerda que soy tan tuya como tú, tu carne, la podredumbre lenta de tus huesos.
Corro hacia ti: No es aquí el caso de trampear. La hora de la verdad puede ser esta misma (yo declaro solemnemente que esta hora en que escribo es también la hora de la verdad). Desbocado mi pecho se convierte en antorcha de soles y bramidos. Cierro las manos para retenerte, pero sólo me queda tu latido.


sábado, 20 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [24]



Sonó el despertador del reloj cuanta calaveras en el espacio negro donde yo estaba con la tristeza desharrapada, empotrada en la inmensa noche mortal que trepaba los huesos, caído en los abismos.

Mi camastro estaba deshecho: mantas dispuestas a levantar el vuelo. La ropa olía a animal mojado, olía a las cosas tristes. Desperté con una muerte a cuestas, material, indolora, acariciante, que me obligaba a moverme despacio, por miedo a caer y que me sumió en la niebla de un tenaz y voraz presentimiento.

Me desperté escoltado por un séquito de espíritus infernales y arcángeles extrañamente ebrios. Un largo coro de lamentos, frenéticos y crispados por los acosos de la culpa. La tierra se ahuecaba sobre la vida, mientras el cielo ausente me volvía la espalda.

Como un imbécil me dije: ¡No quiero morir!, muriendo parcialmente de tanta hora vacía, de tanto inútil y tonto desencuentro y descorrí los agrios paños grises del amanecer sobre mi máscara, sobre mi corazón sin principios, sobre este corazón ardiendo como un cirio en una catedral en ruinas.

La verdad es que yo nunca me había reído de la muerte. Pero a veces tenía sed y pedía un poco de vida, a veces tenía sed y preguntaba diariamente, y como siempre sucede no hallaba respuestas, sino una profunda y oscura carcajada.

Tengo mi pobre cabeza retorcida, encadenada por reflexiones inconexas, fragmentarias, por toda una confusa legión de ideas que en tropel y dispersión atraviesan de lado a lado, tengo mi cabeza reclinada sobre sus culpas lacerantes.

La muerte tarda como el olvido. La muerte me va invadiendo lenta poro a poro, y no puedo escapar viviendo porque la vida es sólo una de sus apariencias. Soy un hombre roto —gusano de cien corazones adormecidos— arrastrando demencias imprecisas, oscuros rincones perdidos entre tanta dulzura inventada —aullando la traición—. Pero ahora, este es el día, debía despertar, ya es la hora.

Entonces la sombra de mí mismo recorre las piedras del pasado y contempla, turbia de asco e ira, cómo todo se reduce a la ya larga torpeza de incesantes comienzos, a ese fracaso que me acoge con rubor y con pena inevitable: la cobardía.

Me llevo las manos al corazón vacío y en la madrugada de mi alma despliega su tarot, contemplo el signo del colgado y procuro descifrar:

— El amor y la muerte son las alas de la vida que es como un ángel expulsado perpetuamente.

Siento ganas de llorar, siento cólera ante la injusticia de los sentimientos y pasiones, una inmensa pena de mí mismo, y de mi fuerza inútil. Entonces, detenido un momento, cesa el murmullo del cuerpo —como un gesto abortado a mitad de camino— la cabeza perdida deja de imaginar el olvido mansamente viene.

Pero de pronto, llega un incesante aviso, una espada de la boca de Dios que cae y cae lentamente, ahogando el llanto contenido, apretando la garganta con el miedo y en las sienes se siente el pulso como muda telegrafía a la que nadie responde.

Desperté. Sabía que tenía que despertar para estar más despierto en esta pesadilla llena de rostros y de ruidos.

jueves, 18 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [23]


¡Ay, muchacha en llamas!, en noche invernal viniste a mí, suplicante parecías, pero yo, con miedo a alcanzar con brazos mortales tu fuego, no pude acercarme al lugar de tu dolor.

Tú golpeaste la puerta, y por todas partes oscuridad: yo, ligaduras que no pude romper.

No se quién nuestra vida sueña, ni cuál la tierra de nuestro encuentro, hogar, la suma de todos los días que nos albergaron; el lugar del no retorno.

Pero quizás, ¿algún ángel, al pasar las hojas del cerrado libro de nuestras vidas, en el tiempo futuro o en tiempo pasado, en este o en otro mundo o estado del ser, haga que, los que nos separamos, nos encontremos? ¿Qué largo viaje, juntos en las tinieblas emprenderemos hasta que la muerte rompa las elementales formas para liberar la música de las esferas que todos los mundos continuamente crean? ¿Podremos viajar fuera de la noche, tú y yo, para encontrar en una pequeña estrella todo lo que hemos perdido?

Noche. Luna. Hojas negras. De par en par abro las puertas, aunque existan entre nosotros otras barreras. Invisibles, infinitas. Los sentidos se desangran en hierro y espinas de roca y fuego, y aún así, por ninguna alegría cambiaría mi pena, el secreto lazo, la rúbrica de la sangre que a ti mi vida sella indisolublemente.

De corazón confieso, lo que más temo encontrar tras el velo de la muerte: no legendarios infiernos de hielo y fuego, sino una faz demasiado misericordiosa para mi alma poblada de demonios.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [22]



Los últimos trozos resquebrajados de este año se están cayendo. Yo deseo que la clausura se produzca ya, que se duerma pronto en el caos perverso: el agua ardiendo, el fuego inundando todas las cosas y todo el espíritu. Mis sentidos sufren, se agitan, se quejan dentro de mi imperio. Los rumores suben hasta la cebeza. La sangre, como un pueblo irritado, golpea el palacio de mis sortilegios. Siento en las entrañas el abrazo de la caída.

Ahora el Dragón está tendido, el cielo vacío, la tierra maciza, las nubes en desorden, el sol y la luna reprimiendo su luz. El aire es vasto y desciende vertical desde el frío cielo. Y yo, sigo cayendo.

Un día dije: "Mi morada es poderosa. En ella penetro, en ella estoy. Cerrad la puerta y tabicad el espacio ante ella. Tapia el camino a los vivos. No deseo volver, no me lamento. No me agobio. No me quejo, reino con serenidad. En verdad, la muerte es agradable y noble y dulce. La muerte es muy habitable. Habito la muerte y en ella me complazco". Pero compruebo, no sin cierto horror, que aún dentro de la central, profunda y superior Ciudad Violeta, ciudad prohibida a la que sólo yo tengo acceso, mi negro palacio ha sido invadido por treinta y seis mil espíritus.

(¿Con qué ceremonia debo honrar a estos demonios que se alojan en mí, que me rodean y penetran?, ¿con qué ceremonia, bienechora o maléfica?, ¿he de agitar mis brazos con respeto, o quemar sustancias de olores infectos para que huyan?)

Escapando de la luz di con la sólida profundidad, después de haberla buscado tanto a la que llamo innominada, porque ¿cómo designarla, con qué ternura?¿Amante, amiga, amada...? Hermana equívoca, mejor, ¡y de qué sangre desconocida!, después de haberla buscado por todos los lugares con la fe de un sueño, muerta por mis manos.

La pasión se alojó en mí, al principio como un huesped sospechoso, a quien se vigila, a quien se conduce pronto al lugar de donde vino para que no cautive a nadie, y lo cierto es que vino para quedarse. Es entonces en el vacío del fondo del orificio cavernoso donde se aloja la noche bajo tierra, el Imperio Sombra, en el corazón subterraneo y en el suterraneo del corazón —allí donde la sangre ni siquiera circula— donde encontré el nombre: Deseo.
Sí, el deseo estaba en mi corazón, el deseo devoraba al corazón: unos seres nacen a medias, sin alma, sin vigor, surgidos de un desorden sin nombre. Por eso, cansado de estar atento a lo que se ha dicho, sometido a lo que no se ha promulgado, postrado ante lo que no existe aún, decidí preguntar al Gran Astrólogo de mi pozo, puesto que veía el cielo profundo en pleno día, cómo podía proyectar mi alma hecha sueño hacia esa Era única, sin principio y sin fin, de caracteres indescifrables, que todo hombre instaura en sí mismo y saluda al alba donde el ser se hace Sabio y Regente del trono de su corazón.

Hacia allí quise conducir mis pasos, hacia Ella que tenía las virtudes del agua, del agua viva, derramada, toda, sobre la tierra. Se deslizaba, huía de mí, y tenía sed. Yo corría tras ella. Con mis manos hice una copa. Con mis manos la contuve ebrio, la oprimí, la llevé a mis labios: pero se escapó entre los dedos.

Este hombre indigno —yo— indigno de mendigar, no suplicaba sino la apariencia, la forma que la crea, el gesto en donde se posa, pájaro danzante.

— Por encima de las nubes —me dijo entonces el Gran Astrólogo— con sus palacios portátiles, sus templos ligeros, sus torres recorridas por el viento, allí, donde todo es pródigo e inesperado, donde lo confuso se agita, la Reina de los Deseos Tornadizos tiene su Corte. Ningún ser razonable se aventuraría a entrar allí.

Pero yo estaba decidido. Abrí —derribé— la puerta y grité:

— Llévame sobre las duras olas del mar congelado, del mar sin mareas, sobre la tempestad sólida que encierra el vuelo de las nubes y mi porvenir.

El animal tenía el galope suave, la piel escamosa y anacarada, el frontal agudo, los ojos llenos de cielo y de lágrimas. Para él el horizonte rojo era su estandarte, el viento de vanguardia y la densa lluvia de escolta. Había risa bajo el estallido de su látigo lancinante: el relámpago.

martes, 16 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [21]



Miro el mar, paso las horas que me quedan mirando el mar como un desierto, un desierto donde cae la fatiga de una noche enorme y trágica, tenebrosa como un crimen. La luna, cobre de voraz orín mordido, lívida aflicción amortajada, ruinosa, con su amarilla cara de esqueleto se pierde en distancias de ensueño, entre las nubes mudas, mudas... altas, altas, en un cielo peor que oscuro, un angustioso cielo ceniciento.

Y el viento, triste, triste como un perro triste que llora a su hembra, sueña enormes pesadillas de fantasmas.

Feliz, por ser al tiempo cuerdo y loco, sonreí a tus quimeras seductoras bajo la sedosa calma del sueño, cuando el agua, mar adentro, en su propia plenitud se aislaba.
En tus labios, irritados como brasas, hay un largo resplandor fosforecente que relumbraba en las tinieblas agitadas y en tu boca suspira la sombra interior habitada por los sueños. Tus ojos se vuelven inmensos, como el mismo mar de la muerte, mientras que los caballos se resisen a la muerte con la vida de la seda, con misterio.

El mar, lleno de urgencias masculinas, brama alrededor de ese fino talle tuyo que sugiere ternuras de acuarela. Así, palpitando a los ritmos de tu seno, se hincha, en una ola, el mar, para hundirte en su vértigo felino. Su voz te dice una caricia vaga, y al penetrar entre tus muslos finos la onda se aguza como una daga.

El son grave de la ola convida a buen morir. Tu boca abierta relumbra, roja como el viento caldeado de un brasero y en el mar está mi corazón lleno de odios, como un estuche de terribles joyas ávidas de punzar tu cuerpo de oro.

La boca de los mares interroga al misterio de las playas. El día es largo y triste, la noche es larga y triste. Y comprendo que la muerte es así... que así es la vida. O ¿alguien ignora lo que pasa, cuando la luna de flébiles congojas, a través de las almas y las hojas, derrama sombra y luz, como llorando?

Morir por ti, dice el eterno idioma con que se oferta el corazón amigo. Voz de amada y arrullo de paloma, responden a su vez: morir conmigo.


lunes, 15 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [20]



Yo no era más que un marinero tímido, que viendo aquí y allá el aire enrarecerse, al mar redoblar sus espumantes olas, en su nave gemir bajo esa húmeda fuerza, pensó que cielo y mar unían su desasosiego y desgobierno, y se puso a llorar, temblar y lamentarse, esperando con sus votos halagar a los dioses.

Ahora pagaré mi desgracia: el corazón anheló ser señor de sí mismo, pero sólo es esclavo de mil males y añoranzas tediosas porque el demonio se esfuerza con fatídica mano en resucitar las tan putrefactas ruinas del amor.

Yo no canto, yo lloro mis tristezas. Siento al invierno porque su frío aliento de estremecido horror me eriza la piel, y las Musas, extrañas, miran y huyen de mí. Ya no quiero atrapar aquellos días, sin espera de vuelta. La noche dura mucho, y dura mucho el día; huí del amor, mas la pista la seguí; siempre hallé de Venus la mesnada lasciva disponiendo por doquier mil tratos amorosos.

Sí, yo digo maldito año, mes, el día, punto y hora, y maldita sea la aduladora esperanza. En verdad, no me guió ave de buen agüero, y mi corazón no dio significado alguno a un cielo repleto de malignos influjos en el que Marte se unía con Saturno.

¡Si el deseo no hubiera cegado mi razón! Ahora soy prisionero que en su prisión malhabla y sólo me quedan estas pocas palabras escritas, que son del corazón muy fieles secretarias, aunque lleve mi aljaba sin flechas.

Yo hacia el cielo alcé la cabeza, probé a veces el dulzor del placer, los sentidos inquietos, pero bajo este gran Todo nada firme se funda, ni hay dáimon que nos guíe a la inmortalidad: es menos nuestra vida que una jornada en lo eterno.

Yo amé, amé, amé, hasta que la fúlgida mano vengadora de los dioses cayó sobre mí. Sólo me queda entonces, desde mi celda contemplar, sin temer ya la ira del agua ni los vientos, como espumean las
ondas lejanas del mar.

domingo, 14 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [19]



El rayo de luna ya no entra por el estrecho hueco de la celda, se fue a yacer en la profunda tumba del arrecife donde las olas braman, donde como un dios se entronó entre las rocas. Siento la vida atormentada y vergonzosa, pero sé que no hay escape porque no soy ni nube ni ave, vivo pisando y dando coses como el que tira unos zapatos rotos. Deshilado traje, desasosegado, flotante arena, rodando... mi amor se va remando hasta el confín del mar, buscándote. (¿Con qué comparar si no las cosas del mundo, más que con un barco que sale y no deja rastro de su rumbo?) Y así, cerrando el timón de mi barco hasta tu banda, boga por el cielo el hombre lunario.


sábado, 13 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [18]



Lo he perdido todo. He caminado, caminado, caminado, pesada y tozudamente, un caminar obsesivo para agarrar a mi vacío no-yo, y todavía desprenderme de mis pies, para estar dormido con Ella... dormido. Pero los fuegos que he construido viven tras mis pasos esta noche. Esta noche, yo élfico, yo pies de piedra, caminando por la rosa salvaje del salvaje fuego de las praderas de su cuerpo desnudo cuando la ausencia sisea como el vapor.

Homicidas de moralidad y deseo -la insaciable ficción del deseo: el camino cuesta arriba, con zapatos de hierro. Partimos de la tristeza; de aquí que al final sobreviniera la desesperación y la locura.

Ahora, mi corazón vierte sangre negra por el monstruo que hay en mí. He visto la Górgona, al terror erótico de su indefenso cuerpo de grandes pechos yacer como cieno. Las cosas se pliegan al viento eternamente y hace tiempo ya que estoy sintiendo la acechante humedad sobre el blanco desvaído de mi piel.

La celda está llena. El último espasmo cardíaco recorre su carne emocionada: el héroe se pone en pie, anonadado ante las manos que aplauden y alza lo que fue la cabeza de Ella para complacer a la chusma.

La fiebre de mi vida está empapándose de sudor nocturno. Sí, la noche animal suda por el ardor del espíritu. Porque después de amarle tanto, ¿puede acaso olvidarla por toda la eternidad y no tener alternativa?

He rastreado en su busca el áspero océano negro y he visto a la turbulencia caer muerta, violenta escurridiza en su azarosa gruta. Y al fin, carecí de hombría para completar el viaje. A veces estoy contento de haber escapado a la seducción y a la tormenta, agradezco al océano que me haya ocultado a la temible sirena. ¡Casi dudo de su existencia!

Estábamos enlazados en la inocencia y la malicia, y no obstante, no éramos iguales. Yo he vivido sin sentido, ¡y ya hace tanto tiempo que la pérdida sigue haciéndome daño!

Como dos relojes de la luna saliente, tan sólo contamos en el polvo salido del tiempo con un filo de cuchillo apretado contra el futuro, como si deseáramos arrancar dientes con tenazas de fuego.
Lo sé: alguna vez tendré que intentar escribir la verdad, pero casi todo ha salido torcido. Mis ojos han visto lo que hizo mi mano y la agonía dijo que no podíamos vivir en la misma casa, o bajo el mismo nombre. Esa fue la sentencia.

Mi mano. ¡Mi mano! Tenía miedo a tocar el encrespado pelo de su cabeza —monstruo amado por lo que era—; lo tendré hasta que el tiempo, que nos entierra, yazca desnudo. ¡Pobres criaturas!, nos besamos tanto que pensamos que nos estaban pisoteando.

Sus ojos de luna —aquellos bel occhi grandi— se inundaron de lágrimas y su nerviosa garganta repitió mi orden: "debes irte ahora, vete". Y aún así, pasión, amor, días pidiendo sólo frescura, inmovilidad, coito. Y después días, días, días...

¿Cómo podría amarla más, sin tener que convertirme en un criminal?


jueves, 11 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [17]


Yo, que he sido el único testigo y alimaña apresada en la red que condujo a tu muerte que fue arena o rocas o calor, en esta celda me pregunto: ¿estás muerta de veras o juegas a fingir todavía la sangre, tú que al sueño te entregabas con esa pasión que tan sólo se pone en morir?, porque preso de la sangre, de pistas que se pierden cómplices todavía del vivir, en lo más alto del espacio carnal sigo oyéndote bullir adornada para una fiesta y con los dientes descubiertos como para el amor. Tengo aquí tu presencia exacta que ninguna llama sabría restringir; viviente con los latidos que renacen y crecen donde se desgarran estas palabras.

Quiero destruir tu deseo, tu forma, tu memoria, debo ser tu enemigo y no apiadarme aunque te busco, náufrago por tu noche, señor de ella y velo como ella en ti.
— Mucho tiempo he retrocedido ante tus signos —me dices—, tú me has expulsado de la densidad. Pero debes saber ahora que la noche incesante me abriga; en caballos oscuros huyo de ti.

Me digo entonces, ¿qué perseguir en ti sino el silencio, que luminaria sino tu profunda consciencia sepultada?

El cielo, demasiado opresivo, se rasga, los árboles invaden el ámbito de la sangre, el sol está ya muy bajo sobre todas las tierras. Tú deseabas el verano, un verano furioso que secara tus lágrimas, y ha llegado este frío que en tus miembros aumenta. Te despertastes y padecías. Vagabunda, al alba, compartías la hipnosis de la piedra, eras como ella ciega. Pero para vivir hay que franquear la muerte. Hoy, tu más pura presencia es la sangre vertida.

¿Puede de tanta ennegrecida senda salir un reino en el cual rehacer el orgullo que fuimos, una llama, y deshacer todo puede una fuerza eterna?

Caminamos sobre las ruinas de un cielo inmenso pensando que el sitio se realizaría en lontananza con un destino en la viva luz, mas ya se ha roto ese último vínculo del corazón que se tocó en la sombra. Los pliegues de un silencio duradero se acuestan sobre mí.

Se apaga el eco del grito más grande de cuanto jamás ser alguno intentara, aquel "quiero echarme a perder en ti, vida angosta. ¡Relámpago vacío, corre por mis labios, penétrame!", lanzado por tu boca al viento.
Y te vi quebrarte y gozar en busca de la muerte en los exultantes tambores de tus gestos negros, en la boca manchada de luceros finales. Al fin, tuve en mis manos tu rostro penetrado y ese país que alumbra la tormenta de mi pecho. Al fin, te vi muerta, relámpago insaciable, ventana al punto apagada y en una casa oscura.

¿Qué palidez me golpea, río subterraneo, qué arteria se quiebra, dónde resuena el eco de tu caída? En cada instante te veo nacer. Morir a cada instante. ¿Estás muerta de veras o juegas en los espejos lejanos todavía a perder tu reflejo, tu color, tu sangre en el oscurecerse de una figura inmóvil?

La lumbre del grito se apiña sobre mis palabras que enrojecen. Ante mí, la faz de una noche derrotada se inclina sobre el amanecer del hombre desgarrado. El sol regresará con su viva agonía a iluminar el sitio donde todo se desveló.

Sólo puego ya guardar silencio. ¿Qué le puede decir al final de un combate el vencido por verdad? Sólo me queda al sol volver mi faz desguarnecida. Sólo hay un grito —morir— capaz de apacigüarme.

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [17]

Yo, que he sido el único testigo y alimaña apresada en la red que condujo a tu muerte que fue arena o rocas o calor, en esta celda me pregunto: ¿estás muerta de veras o juegas a fingir todavía la sangre, tú que al sueño te entregabas con esa pasión que tan sólo se pone en morir?, porque preso de la sangre, de pistas que se pierden cómplices todavía del vivir, en lo más alto del espacio carnal sigo oyéndote bullir adornada para una fiesta y con los dientes descubiertos como para el amor. Tengo aquí tu presencia exacta que ninguna llama sabría restringir; viviente con los latidos que renacen y crecen donde se desgarran estas palabras.

Quiero destruir tu deseo, tu forma, tu memoria, debo ser tu enemigo y no apiadarme aunque te busco, náufrago por tu noche, señor de ella y velo como ella en ti.
— Mucho tiempo he retrocedido ante tus signos —me dices—, tú me has expulsado de la densidad. Pero debes saber ahora que la noche incesante me abriga; en caballos oscuros huyo de ti.

Me digo entonces, ¿qué perseguir en ti sino el silencio, que luminaria sino tu profunda consciencia sepultada?

El cielo, demasiado opresivo, se rasga, los árboles invaden el ámbito de la sangre, el sol está ya muy bajo sobre todas las tierras. Tú deseabas el verano, un verano furioso que secara tus lágrimas, y ha llegado este frío que en tus miembros aumenta. Te despertastes y padecías. Vagabunda, al alba, compartías la hipnosis de la piedra, eras como ella ciega. Pero para vivir hay que franquear la muerte. Hoy, tu más pura presencia es la sangre vertida.

¿Puede de tanta ennegrecida senda salir un reino en el cual rehacer el orgullo que fuimos, una llama, y deshacer todo puede una fuerza eterna?

Caminamos sobre las ruinas de un cielo inmenso pensando que el sitio se realizaría en lontananza con un destino en la viva luz, mas ya se ha roto ese último vínculo del corazón que se tocó en la sombra. Los pliegues de un silencio duradero se acuestan sobre mí.

Se apaga el eco del grito más grande de cuanto jamás ser alguno intentara, aquel "quiero echarme a perder en ti, vida angosta. ¡Relámpago vacío, corre por mis labios, penétrame!", lanzado por tu boca al viento.
Y te vi quebrarte y gozar en busca de la muerte en los exultantes tambores de tus gestos negros, en la boca manchada de luceros finales. Al fin, tuve en mis manos tu rostro penetrado y ese país que alumbra la tormenta de mi pecho. Al fin, te vi muerta, relámpago insaciable, ventana al punto apagada y en una casa oscura.

¿Qué palidez me golpea, río subterraneo, qué arteria se quiebra, dónde resuena el eco de tu caída? En cada instante te veo nacer. Morir a cada instante. ¿Estás muerta de veras o juegas en los espejos lejanos todavía a perder tu reflejo, tu color, tu sangre en el oscurecerse de una figura inmóvil?

La lumbre del grito se apiña sobre mis palabras que enrojecen. Ante mí, la faz de una noche derrotada se inclina sobre el amanecer del hombre desgarrado. El sol regresará con su viva agonía a iluminar el sitio donde todo se desveló.

Sólo puego ya guardar silencio. ¿Qué le puede decir al final de un combate el vencido por verdad? Sólo me queda al sol volver mi faz desguarnecida. Sólo hay un grito —morir— capaz de apacigüarme.

sábado, 6 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [16]



A veces, cuando me despierto de mi sueño o de mi duermevela, siento como si alguien me hubiese rozado levemente, como si alguien torpemente hubiese intentado acariciarme la mano. Hoy, ha vuelto a suceder y al levantarme del camastro observé que por la reja de la ventana había volado una pluma de ave. El viento, quizás, la había traído hasta aquí. Estuvo en el suelo mucho tiempo hasta que la cogí con la mano.

Mi corazón estaba inquieto. Su desazón llegaba hasta mis manos, donde descansaba la pluma, hasta mis sienes que batían violentamente. Otra vez me ha vuelto a visitar el ángel, como otras noches, me dije. Me arranca del lecho del dolor llevándome a un dolor de alegría -encontrarte a ti, mi paloma, en esta pluma- una alegría que deviene alegría de dolor mayor que el que yo tenía.

Porque tú desapareciste, has desaparecido, hace un instante o mil años. Pero tu desaparición es inútil, tú persistes en esos ojos, los más hermosos, que con una chispa de fuego todavía puedo ver: son la luz del amor dentro de mí y sus rayos traspasan mi cuerpo. Una canción para mi Destino. Te convertiste para mí en una eterna canción de cuna. Te recuerdo. ¡Mi recuerdo te saca de la tumba!, el recuerdo de mí, todos los recuerdos de mí mismo. Erguida, solitaria, Virgen de la Ausencia de Nadie, te dibujas sobre el azul del cielo nocturno y arcángeles de seis alas te montan la guardia.

¿Cómo voy a librarme de ti? Deja ya de despertarme con sueños —la Muerte te ha dado la luz después de la Vida haberte apagado— deja ya de recordarme que juntos volamos por las esferas que están más allá del cielo. ¿Por qué el ángel no me dejó caer a tierra, por qué me fue bajando lentamente?

Que yo iba a tener la dicha de conocerte eso lo sabía, pero no que iba a ser en tal desolación de mares con voces atronadoras que se precipitan sobre mí como arrojadas por el vendaval. Estás aquí, el mar se me enrosca con sus brazos sonoros —tu nombre tiene el sonido de un susurro y tu figura tiene rasgos de presentimiento— El mar me acaricia. El mar me abraza. El mar me tortura. Estás aquí, sí, en esta hora, en el instante en que tú pasas de los uno a lo otro, la hora en que se rasga el cortinaje del Tiempo. En mi alma has dejado huellas, sin embargo, tú no eres.

La noche se quedó en silencio. Y yo, solo, luchando con la Verdad. En las tinieblas se me acercan sus aguzadas puntas de luz. Quiero comenzar desde el comienzo cuando no tengo nada con qué comenzar excepto el Final que hubiese deseado diferente. Oscuridad.

Inalcanzable eres en la noche. Yo me esfuerzo por llegar hasta ti, remo hacia ti como aquel que sólo tiene un remo y mis manos se consumen en la lucha. La barca describe círculos del Día y de la Noche (entre el Día y la Noche, ¿hay alguna diferencia?, ¡qué ciegos estamos cuando vemos!, ¡qué videntes cuando dormimos!, duérmete, duerme, despiértate, me digo: el sueño semeja un dado policromo con siete puntos, ¡lánzalo!)

Mis sentidos son falsos, primitivos, incapaces de comprender la realidad que Existe: sentí tus brazos alrededor de mí. Me dejaste besar uno de tus pechos, el que está sobre el corazón. Luego te fuiste, después de haberme besado los ojos. Lo negro me envolvió.

— Bésame otra vez —te supliqué— bésame en los ojos ciegos, bésalos con un sueño; pon tu mano sobre mi corazón, ingrávida como la caricia de un ala para calmarlo.

Pero te has ido: te he matado. Lo que queda es como una niebla, una sed de nostalgia de lo que vive en la luz que entra por el ventanuco de la celda, una nostalgia sin objeto, el signo de la Sombra que vive sin Sol y sin Luna. Estoy en el fondo de una urna aunque la urna esté hecha añicos. Estoy tumbado en un sarcófago sin fondo, tampoco tiene tapa, yazgo allí, de espaldas a la Nada y con el rostro vuelto hacia la Nada en esta larga noche de espera, cuando la obra de omisiones deviene un dolor de cristales y ángulos y sus sumas.

Me dice una voz: "Elige en las tinieblas su Estrella, en mil estrellas caídas", pero ahora prefiero lo negro que contiene todos los colores —no lo blanco, aunque fuera el amarillo azafrán de una novia o el rojo de una prostituta— La visión más pura es la sombra pura, la antítesis de la luz. Oscurecimiento son todos los colores, menos el negro que no puede oscurecerse más. En él te veo a tí, hermana gemela de la luz.

Avanzo a tientas siguiendo perfiles rebuscados, dándome a conocer en los espacios que separan las palabras. No hay aquí en esta cárcel agua encantada que pueda quitar esas manchas de sangre que llevo en la camisa, indelebles, como veneno.

Mi Soberana está muerta (en los muertos vive una idea de belleza en esta crueldad que es nuestra vida el amor es el sueño de belleza —la belleza es un arma—). Mi Soberana se ha esparcido en miles de olores y todos tienen algo de Ella. ¡Si pudiese juntarlos en un todo! Ella era todo lo que he deseado, besado y destruido a besos. Ella era todo aquello de que me he liberado, destruido a besos.

El Diablo es dios y Dios es diablo, y yo aprendí a adorar a ambos, por eso, ahogada por mis manos llorando le pedí: "Dame veneno para morir o sueños para vivir". No me contestó.

Ella estaba muriéndose y los moribundos están profundamente ensimismados, no piensan en los demás. No pueden permitirse el lujo de pensar más que en sí mismos. Luchan con la vida, luchan con la muerte, como yo.

¡Ah!, ahora me doy cuenta: una ráfaga de aire se ha llevado la pluma de entre mis manos.

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [15]



Te oí: me duele el corazón, me ahogo y no sé pero no duermo. El hueco de tu voz me persigue. Sólo nos queda lo que no tenemos, una larga soledad en las arenas. Me tiemblan en los labios las antiguas palabras: sangre, sonido... Es cierto, ya no tengo tu voz saliendo debajo de mi boca, ya no tropiezo, aquí en la cárcel, con tus tristes zapatos en la mañana. En mitad de la noche me despierto, me levanto para vestirme, como para llorar o para ver si aún duermes lateral y desnuda.

Tengo miedo, amanezco sin sexo como un viudo, los alaridos golpeándome las alas. Al alba despierto, sin indagar la hora turbia en que comienza cada día es como si hablara de una maldición. El odio gotea el esqueleto su ácido común y busco en la memoria el cuerpo que antes estaba dentro de tu nombre, aquél que me quema la piel y me penetra por la propia humedad del dolor, como la ortiga. Hay que gritar, gritar de agua y lo demás, y no morir de arena.

Yo te estaba buscando y de la otra orilla del océano te traje una rosa de espuma. Te amo, distancia y resistencia, como si al final de esta navegación nocturna en la que hemos llorado y permanecido debiera regresar a recoger mis pasos caminando a morir, como el anciano vencido a lento plazo por sí mismo.

En el recuerdo de la sábana me hiere todavía tu cadera, ahora que hay entre los dos una distancia que no podemos sobornar y hay un himno a redoble, a latigazo puro, temblor de funeral.

Cuanto tuve y defendía ha muerto. Yo te hubiera querido diaria, te hubiera querido costumbre, amanecer sobre tus peces, entre tus algas dulces y todo perfume abierto, porque tal vez eras lo único que quise, estrella mal llegada a condecorar mi obligatoria oscuridad. Ya no hay nadie en la noche, artesanos del grito, no queda sino esta pobreza del miedo detrás de su ladrillo.

Ecuación de ceniza, alcobas lunares, tormentas de tiniebla en el monte de Venus, señales de mala tristeza terrestre.

Un día presentí en tí a la mujer que podía tomar, dormida sobre el suelo donde tanto había sollozado de soledad; y le besé los párpados, el sexo, su destino. "Es el mar —te dije cuando te amaba— y los anillos del yodo, y el sueño de las bestias".

Pero yo, contrabandista errante, sabía que no era suficiente el mar con su rocío humano. Fue la primera sílaba, el hallazgo de lo duro. Busquemos pues una señal perdida entre las huellas de zapatos.

Quise ayudarte, quise enseñarte a doblar los relojes, quise contigo atravesar el hueco por el que dios se abrió paso a puñetazos, quise aportarte la cuota de mis mares trizados, mi botín de silencio y la cólera pedagógica de las islas. Por eso digo que tal vez eras lo único que mordía mi corazón y que tu boca me recordó a deshora la flor enterrada tantas veces.

No hay de qué. Pero regreso a mi niebla puntiaguda.