jueves, 18 de febrero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [23]


¡Ay, muchacha en llamas!, en noche invernal viniste a mí, suplicante parecías, pero yo, con miedo a alcanzar con brazos mortales tu fuego, no pude acercarme al lugar de tu dolor.

Tú golpeaste la puerta, y por todas partes oscuridad: yo, ligaduras que no pude romper.

No se quién nuestra vida sueña, ni cuál la tierra de nuestro encuentro, hogar, la suma de todos los días que nos albergaron; el lugar del no retorno.

Pero quizás, ¿algún ángel, al pasar las hojas del cerrado libro de nuestras vidas, en el tiempo futuro o en tiempo pasado, en este o en otro mundo o estado del ser, haga que, los que nos separamos, nos encontremos? ¿Qué largo viaje, juntos en las tinieblas emprenderemos hasta que la muerte rompa las elementales formas para liberar la música de las esferas que todos los mundos continuamente crean? ¿Podremos viajar fuera de la noche, tú y yo, para encontrar en una pequeña estrella todo lo que hemos perdido?

Noche. Luna. Hojas negras. De par en par abro las puertas, aunque existan entre nosotros otras barreras. Invisibles, infinitas. Los sentidos se desangran en hierro y espinas de roca y fuego, y aún así, por ninguna alegría cambiaría mi pena, el secreto lazo, la rúbrica de la sangre que a ti mi vida sella indisolublemente.

De corazón confieso, lo que más temo encontrar tras el velo de la muerte: no legendarios infiernos de hielo y fuego, sino una faz demasiado misericordiosa para mi alma poblada de demonios.

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