
Aparece rápida la luz última y el agua hostil entra a raudales por las grietas de mi cuerpo y gira el firmamento en la noche precipitada, vuela en medio del cielo y de la tierra, a través de la sombra, dando alaridos, sin permitirle a mis ojos que se abandonen al sueño.
Desnudo yazgo en ignorada arena y ni siquiera en el instante supremo en que la vida me abandona termina por completo todo el mal. Todas las miserias del ser, largo tiempo unidas mi, han arraigado en mi interior. Por eso, ¿quién podría explicar con palabras el espanto del crimen de aquella noche? ¿Quien podría igualar con lágrimas aquel desastre?
La aurora se levanta. Abandona el océano. Amanece.


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