
El rayo de luna ya no entra por el estrecho hueco de la celda, se fue a yacer en la profunda tumba del arrecife donde las olas braman, donde como un dios se entronó entre las rocas. Siento la vida atormentada y vergonzosa, pero sé que no hay escape porque no soy ni nube ni ave, vivo pisando y dando coses como el que tira unos zapatos rotos. Deshilado traje, desasosegado, flotante arena, rodando... mi amor se va remando hasta el confín del mar, buscándote. (¿Con qué comparar si no las cosas del mundo, más que con un barco que sale y no deja rastro de su rumbo?) Y así, cerrando el timón de mi barco hasta tu banda, boga por el cielo el hombre lunario.


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