
Este no es un tiempo que se pueda medir. Llevemos el pasado como cadena, pero que sea de oro. Por eso transcribo estas palabras, para ser leídas en el envés del espacio, lugar sin senderos por donde caminan fijamente los ojos del muerto:
Esta noche ha venido una sombra y me ha traído una perla mágica donde se encierra la vida. Me la quedé mirando fijamente, al fondo, muy al fondo de la joya. Y vi. Vi a un hombre que se me semejaba que huía horrorizada. Huía, huía y huía. Al fin, se detuvo. Y tomando un cuchillo, de un solo tajo se abrió desde el ombligo al corazón. Después exhibió sus entrañas, las devanó, deshizo los nudos. Dijo:
-Desde muy lejos acudo a ti. Mis pasos han destruido el horrible espacio entre nosotros. Desde hace largo tiempo nuestros pensamientos no habitan ya el mismo instante del mundo... nuestros ojos se han evitado, nuestros gestos no son ya simétricos. Nos espiamos furtivamente como perros que van a morderse.
"¿Sabes?, para complacerte he vivido hasta llegar al extremo último de mis fuerzas e intento imaginar aún no se qué para complacerte. Para hacerlo te someteré mi alma: desgarrada, gritará bajo tus dedos, verteré mi sangre como una bebida en un odre: entonces, una sonrisa sobre mí se inclinará.
"Y algo más tienes que saber, porque yo he acostado tu cuerpo en un ataúd de bello barniz rojo que me ha costado mucho dinero, pero ya no debo ocuparme más de ti ya que tratar lo que vive como si estuviera muerto, ¡qué falta de humanidad! y tratar lo muerto como si estuviera vivo, ¡qué falta de discreción!, ¡qué riesgo de crear un ser equívoco!
"De todas formas, si todavía te agrada sorber la vida de gusto azucarado, de ásperas especias, si te agrada parpadear, aspirar con tu pecho y estremecerte bajo la piel, "Óyeme: conviértete en mi vampiro, y cada noche, con tranquilidad y sin prisa, embriágate con la cálida bebida de mi corazón".


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