domingo, 6 de diciembre de 2009

Mis dos manos no mienten [6]


Pasada está -o casi, ¿quién lo sabe?- la mitad de la vida que uno dice propia y adolescente sigue siendo en el amor
huyendo de la seria madurez oscura que da miedo,
enorme miedo de astucias -rechazadas- para evitar enamorarse
del amor niño,
de ese rostro tuyo,
de cada rostro joven capaz de entrarle al cuerpo por los ojos hasta el alma de vampiro
dispuesto a chupar la sangre necesaria para nunca más llegar a ser como el fruto pasado que cae ya sin fuerzas de la rama que es vida y continúa. Y él no es negativa repetida, esta vez como las otras,
etéreo freno que no puede detener a caballos desbocados salidos de la mente corriendo hacia la acción,
dejando a su paso, derribadas ilusiones
perdidas en la nube densa que cubre los caminos que conducen a imaginables lejanos horizontes.

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