martes, 15 de diciembre de 2009

Mis dos manos no mienten [y 16]


Difícil es traducir en palabras lo que dentro del cuerpo bulle y siente.

Cualquiera que utilice estará dicha -por otros o por mí, que más da- y entonces me pregunto:

¡Cómo con vocablos viejos podré dejar en letra escrito, lo que no puede situarse en un tiempo ni un lugar, lo que no puede apresarse en denominaciones?

Quisiera a voz en grito, que en derredor supieran lo que siento, pero elijo el susurro al lado de tu oído, para que llegue a ti, desde lo más profundo,
dicho con el alma.


Para qué me sirve un verso
si al hacerse noche está tan lejos el roce de tu cuerpo
y el sentido tan cercano.

Para qué me sirve un verso
si no puedo a cualquier hora decirte buenos días,
mirar tranquilo las palabras de tus ojos,
leer despacio en el borde de tus labios.

Para qué me sirve un verso, para qué
si cansado de aventuras y lágrimas vertidas
luchar tengo contra nocturnos fantasmas de distancia
que presentes no me dejan abrazarte.


Pero será posible un día,
libres cuerpo y corazón de ligaduras
la unión en el latido independiente
marcando el ritmo de la vida al fin vivida.

Entonces,
no habrá noche.

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