sábado, 12 de diciembre de 2009

Mis dos manos no mienten [12]


Los papeles se amontonan en la mesa esperando convertirse en texto para llenar la vanidad de algún gran voluminoso jefe.

Pero yo prefiero dejar que el tiempo ocupen las palabras que son sólo traducción del sentir en el alma que tiene dentro el cuerpo. Aunque ellas, al decir, no sean capaces de mostrar cuál es el verdadero interior de ese triste funambulista empeñado en caminar sobre el débil hilo de una tela de araña entre la nada y el vacío.

Entonces me doy cuenta, y escribo en esta hoja que no puede explicar lo que he sentido al volver a pasar, en el reencuentro, mi mano por el tacto suave de tu piel, lejana como estaba.

No sé cómo decirte lo que detrás vino en latido convertido. Podría haber sido un te quiero -como otras veces, dicho- pero no fue eso, fue algo indefinible, algo que está en el fondo de tus ojos, atrayéndome, y al mismo tiempo rechazándome, como para darle la razón a quienes leyes físicas establecen en este mundo imposible e irreal.

Quisiera decirte, quisiera.

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