
Tú me alzaste de la destrucción y conquistaste mi alma. La recogiste de lo irreal y luego le pusiste una corona como el rocío que da a la hierba de beber gotas de la oscuridad. Tú le dejaste cantar, le dite un rayo sobre el que viajar. Recogiste tu distancia hasta mi corazón. Hiciste retroceder las lágrimas hasta mis ojos.
No tengo otra casa.
Te espero.
Te espero en la primavera de los latidos.
Días ansiosos y crepitantes se imponen en el cielo.
Aún así, te creo del fondo de las cosas que me son más queridas.
Estrella, eres estrella como esas que en la noche vendrán a tocar la tierra. Están vivas. Estás viva.
Y cuando caigan al mar sentiré que se transforman en tus ojos vivos de húmeda vida. Desaparecerá la oscuridad que pasa sin tu luz, la luz más intensa que la del alba. Luz: donde tú estás, allí está mi día. Tú eres la vida apasionada y todas sus cosas.
Has llegado de agosto a la tierra desnuda, sangre de verano anémonas o nubes imponiendo tu caminar ligero. Entonces, a mis ásperos sueños les sobra una sonrisa porque muestran tus ojos todos los cielos lejanos.
Ojos: queman mi carne cuando dejan traslucir el placer del regazo palpitante de cálida ansiedad. Se abren angustiosos al secreto como una sangre.
Tú, eres como una tierra que jamás nombró nadie. Y cuando empeñado en buscar el sueño flanqueado por la muerte y el dolor que como el agua de un lago, tiembla y te rodea, llevaba el rostro oprimido con un golpe y la pena destilada como el zumo de los frutos caídos, tu voz de mujer sonó secreta bajo el umbral de mi casa, acariciante, brotando en los tonos sensuales -los más sensuales- de un manantial secreto.
Y bebí absorto, a los ojos cerrados, para estar, para siempre, junto a ti.
En la misma voz
No tengo otra casa.
Te espero.
Te espero en la primavera de los latidos.
Días ansiosos y crepitantes se imponen en el cielo.
Aún así, te creo del fondo de las cosas que me son más queridas.
Estrella, eres estrella como esas que en la noche vendrán a tocar la tierra. Están vivas. Estás viva.
Y cuando caigan al mar sentiré que se transforman en tus ojos vivos de húmeda vida. Desaparecerá la oscuridad que pasa sin tu luz, la luz más intensa que la del alba. Luz: donde tú estás, allí está mi día. Tú eres la vida apasionada y todas sus cosas.
Has llegado de agosto a la tierra desnuda, sangre de verano anémonas o nubes imponiendo tu caminar ligero. Entonces, a mis ásperos sueños les sobra una sonrisa porque muestran tus ojos todos los cielos lejanos.
Ojos: queman mi carne cuando dejan traslucir el placer del regazo palpitante de cálida ansiedad. Se abren angustiosos al secreto como una sangre.
Tú, eres como una tierra que jamás nombró nadie. Y cuando empeñado en buscar el sueño flanqueado por la muerte y el dolor que como el agua de un lago, tiembla y te rodea, llevaba el rostro oprimido con un golpe y la pena destilada como el zumo de los frutos caídos, tu voz de mujer sonó secreta bajo el umbral de mi casa, acariciante, brotando en los tonos sensuales -los más sensuales- de un manantial secreto.
Y bebí absorto, a los ojos cerrados, para estar, para siempre, junto a ti.
En la misma voz


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