lunes, 14 de diciembre de 2009

Mis dos manos no mienten [15]


Sobremuriendo el paso pobre de la tarde, pensándote, el alma, enamorada boba, me espera para irse conmigo a amontonar recuerdos junto a la ventana, como si nunca, mañana, el año venidero, el algún día fueras a estar aquí sin distancias de por medio.

Porque es duro recordar -quehacer de quién espera algo todavía- cuando yo lo que quiero es el olor que deja la noche; porque es duro aguardar la llegada de la mañana desde donde desduermo, reponerse los ojos y ver los días como una sola estatua injusta; porque es duro esperar la llamada de una voz que se escucha con el vientre.

Tengo, al separarme, que comenzar a re-ser, ya que todo ha sido tan súbito, tan corto, que aún me sobra amor y no se donde ponerlo, porque somos el uno sobre el otro la tachadura con que anunciamos los días en la noche.

Entonces vago por la casa.

Y es que has tomado posesión de tu local, vigilas bajo mi piel, me ocupas. Por eso, al despertar, quisiera recomenzar la víspera al revés, desde el mediodía.

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