jueves, 10 de diciembre de 2009

Mis dos manos no mienten [10]


A tu playa he llegado.
Mi barco atracó en este puerto buscando después de la tormenta la calma de un mar encrespado por la furia de los días.
Me estalla la cabeza por tanta luz de sol en plena noche, mientras se pierde la mirada en sensaciones de infinito
y se agolpan las palabras -en nudo y en angustia- sin poder traducir lo que bulle -nudo y angustia- en el fondo del cuerpo.

El ancla ha buscado lo profundo del agua en la bahía
para que mis manos buceen bajo las aguas de tu piel, océano más hondo de cavidades inacabables
guiado como voy por el norte estrella de tus ojos.

Quiero dejar como mis pies sobre la arena mojada
la huella de mis besos en los suaves meandros de tus senos
y sentir que mi deseo húmedo rompe en tu cintura con olas vestidas de espuma.

A tu playa he llegado.

Anclo en este puerto,
para buscar un hueco entre las rocas
y resistir los embates más enfurecidos.

A tu playa he llegado.

Anclo en este puerto:
para quedarme.

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