
Cuando descendían taciturnas las tristezas al fondo de mi alma, y entumecidas, haraposas brujas, con uñas negras escarbaban en mi vida, te sentí como en sueños, a mi lado, lánguida e impalpable forma clara, temiéndome que la brisa te llevara.
Te retengo a mi lado. Deseo retenerte.
Tú y yo somos como lámparas. ¿Ves?, alumbra en el alma una luz blanca, y aunque haya veces que nos digan: “Cuidado que corriendo no te quemes y el propio corazón se te alce en llamas”, yo grito: ¡Te amo!, mi esperanza inmortal no mira al suelo, porque viendo más que sombra en el camino sólo contempla el esplendor del cielo. Allí estás tú.
¿Sabes?, bien está que se viva y se muera el Sol, la Luna, la creación entera, salvo nuestros corazones, todo está bien. Por eso, a través de este vértice que crispa, a través de este ávido brillar, vuelo o me arrastro, soy un gusano enamorado de una chispa, o un águila seducida por un astro con nombre de mujer:
El tuyo.
Te retengo a mi lado. Deseo retenerte.
Tú y yo somos como lámparas. ¿Ves?, alumbra en el alma una luz blanca, y aunque haya veces que nos digan: “Cuidado que corriendo no te quemes y el propio corazón se te alce en llamas”, yo grito: ¡Te amo!, mi esperanza inmortal no mira al suelo, porque viendo más que sombra en el camino sólo contempla el esplendor del cielo. Allí estás tú.
¿Sabes?, bien está que se viva y se muera el Sol, la Luna, la creación entera, salvo nuestros corazones, todo está bien. Por eso, a través de este vértice que crispa, a través de este ávido brillar, vuelo o me arrastro, soy un gusano enamorado de una chispa, o un águila seducida por un astro con nombre de mujer:
El tuyo.


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