
9
Yo sabía que no la podía poseer sino muerta.
10
No hay un instante que no esté cargado como un arma. Ocurre en cada pulsión de la sangre. No hay un segundo que no pueda ser un cráter del Infierno.
Los días no se pueden borrar ni hay sueño que no proyecte una sombra inacabable ante la cal de la pared del mundo entero.
Entonces, si no hubo un principio ni habrá término, si aguarda una interminable suma de blancos días y de negras noches, ya se es el pasado que será: el infinito, el cero.
Se agotará la cifra de latidos fijados y se habrá muerto: después de la agonía, el hado o el azar, la mismo casa son, espera a cada cual la suerte curiosa de ser ecos o formas que se extinguen cada día.
Se es nube, cordilleras trágicas de sombra que oscurecen el día, se es mar, dudosa encrucijada. Se es también aquello que se ha perdido, ya no sujeto a la víspera, que es zozobra, ni a las alarmas y temores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.
Y esta noche, el lobo es una sombra que está sola, busca a la hembra y siente frío. Aunque quizás, anterior al tiempo o fuera del tiempo (ambas locuciones son vanas) 0 en un lugar que no es del espacio, haya un animal invisible, y acaso diáfano, que los hombres buscan y que les busca.
Pero la sombra ya ha sellado los espejos que copian la ficción de las cosas. La vida no es un sueño, pero, ¿por qué no podría serlo? Se podrían soñar uno por uno los números transfinitos, a lo que no se llega contando; se podría soñar el mar en una lágrima; se podrían soñar mundos tan intensos que la voz de sus aves podría matar.
No, no os asustéis: no se sentirá el verdadero alivio hasta el instante que precede al último, cuando se nos desate de la triste costumbre de ser alguien y del peso del universo.
El alma busca el fin apresurada. Ya se ha muerto. Sólo queda la ceniza. Nada. Absueltos de la máscara que se ha sido: el total olvido.
Anda una mosca por la carne quieta.


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