domingo, 31 de enero de 2010

Manuscrito encontrado en la cárcel de Fontcalent (Alicante) [8]


El amor que padezco es una enfermedad vergonzosa. La imagen que me posee la hace sobrevivir en el insomnio y en la angustia. Está siempre a mi lado su recuerdo, que pasa riendo entre nosotros. Lo oigo hacerme burlas mientras caigo a sus pies. Es la horca doble del honor y la eternidad.

Quisiera poder decir que está muerto el amor entre sus brazos, pero no es cierto. Estoy temblando, porque no quiero olvidarle jamás, Isla Deseada en la distancia. Por ella hubiera acaso vendido hasta mi sombra, pero se va el amor como el agua que fluye. El amor se va. ¡Qué despaciosa es la vida y qué violenta la esperanza que huye! Entonces, la sombra oscura de la que amo nada significa sino la sombra plañidera de mí mismo.
La amaba demasiado y demasiado padezco ahora clavadas las espadas de la melancolía y el dolor. Hay en mi corazón locura —¿cómo queréis que la olvide, cómo queréis que olvide su cabellera bañada de sangre, su espalda maravillosamente hecha que se ha curvado para mí, su boca de delicias, mi néctar?— Ahora, la campana de su falda, en el doble batiente de sus piernas, toca a muerto.

He tenido a mi disposición su orgullo, incluso cuando doblegada soportaba mi potencia y dominación. Creí tomar todo de ella, mas sólo era una impostura. ¿Quién puede tomar, asir las nubes, quién puede poner la mano sobre un espejismo y engañarse, creer llenar los brazos con el azul del cielo?

Es en vano que ahora trate de perseguir su espíritu, como un desatado nudo de culebras que me huyen hacia todas partes. El cuerpo no funciona sin el alma. ¿Y cómo podría recuperar su cuerpo que conozco si su alma está separada de mí y el cuerpo ha seguido al alma como hacen todos los cuerpos vivientes?

Quisiera imaginar que vamos a embarcar los dos solos y que nunca nadie sabrá nada de nuestra tierna marcha hacia ninguna parte sino hacia antaño y para siempre. Pero es muy tarde para este viaje misterioso. Sólo nos queda la barca de la imaginación.

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