
(Ahora se da cuenta de todo,
En ese oscuro cubículo que es cárcel.
Quizá le llegue la verdad en el ténue chorro de luz que atravesando el escaso hueco de la ventana
alcanza el fondo de la celda.
Amarilla claridad que le ilumina
mostrándole huérfano a la vuelta del camino inutilmente recorrido buscando el amparo de una esquiva razón de felicidad.
Traspasar la oscuridad de los rincones con los ojos turbios de lágrimas vertidas
tampoco va a servirle para encontrar el libro inexistente
que explique en cada página los por qués de una vida.
sobrevivida casi siempre.
Tampoco va a servirle
el que ahora se confiese gran embaucador,
manipulador de las palabras, inventor de sentimientos, representador sin protectores de la ambigüedad y el frío escepticismo.
La luz cae sobre él y su destino común de derrotados.
Y si alguien estuviera más allá de las paredes en penumbra vería su angustia desbordarse por encima del ser,
sentiría con él el llanto aflorando desde dentro,
y le latiría el corazón igual que el suyo cuando las palabras murmuran con miedo un siempre te amaré entre los labios.
Le ilumina un gran foco.
Está en el centro.
Sin duda, él es el primer, el mejor actor en esta farsa.)


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